
Nos terminamos la copa y con la intención de ir al cuarto oscuro, pasamos antes por la taquilla. Ya dejamos toda la ropa y nos fuimos nada más que con la toalla -esa siempre va contigo- y en mi caso, el tacón.
Entramos en el cuarto oscuro y el sillón tantra estaba libre. ¡Bravo! Eduardo y yo empezamos a probar posturas. Bueno más bien yo. Yo me colocaba como Eduardo me indicaba. La verdad es que el sillón es todo un abanico de posibilidades, y eso, que a simple vista no lo parece. Puedes jugar con su forma a modo de ondas, para colocarte, y claro, yo no me veo, pero me da la sensación de que el sillón te deja expuesta “sin que te des cuenta”. Me tumbé boca arriba en el sillón, de dos maneras diferentes y Eduardo me acariciaba. Sus dedos parecían entrar sin querer en mi vagina. Era como una nueva manera de tocar que no tengo duda lo favorece el sillón.
Cambiamos la postura. Eduardo me ayudó a buscar una postura fantástica. Algo rara, porque no estás ni de rodillas, ni tumbada boca abajo del todo. Es una mezcla de esas dos posiciones. Parece que el sillón te atrapa y te inmoviliza, pero en realidad tienes libertad de movimiento, porque: Estás de rodillas con las piernas algo separadas; tu pecho se apoya en el sillón, pero puedes incorporarte sin caerte (en cierta manera estás de rodillas), y dejar tu pecho libre para el que quiera acariciarlo. La cabeza a la altura perfecta para hacer mamadas a todo el que se pusiera delante, sin cansarte, porque todo tu cuerpo o tu peso recae en el sillón. Los brazos, libres.
Y así me quedé. Eduardo se colocó frente a mí y me metió la polla en la boca. Estaba saboreándola como a mí me gusta, cuando un chico se colocó junto a nosotros. Sentí como unos dedos muy suaves me acariciaban, recorriéndome la espalda. Entendí que era una pareja que se quería unir a nosotros. La chica acariciaba mi espalda hasta llegar cuidadosamente a mis nalgas, me gustaba, no iba a decirle que no, estaba claro. Al contrario. Mientras lamía la polla de Eduardo, deseaba que la chica se animara a tocarme más y me dejara disfrutar no solo de la polla de Eduardo, sino de la de su chico también. Además, después del rato en la cama blanca, mi coño agradecía un contacto más delicado. Mientras se la chupaba a Eduardo, cogí la polla del chico y empecé a masturbarle. Era mi forma de decir “soy bienvenidos”. Daba gusto porque la tenía bien dura. La chica poco a poco se fue animando y empezó a acariciar mi cada vez, más que húmedo coño. Me frotaba sin llegar a introducirme los dedos, a veces alcanzando el clítoris, otras veces simplemente deslizándolos por mi humedad. Estaba encantada, no puedo negarlo. El chico se movió y se puso aún más cerca de Eduardo. Estaba claro lo que quería, y, durante un momento, alternaba las dos pollas en mi boca.
-Sigue con él. Me dijo Eduardo. Y se cambió de sitio. Se puso a mi lado, junto a la chica. Escuché como le decía que jugara conmigo, y que si quería, podía darme azotes, porque me gustaba. Durante unos minutos, mientras la polla del tío entraba y salía de mi boca, la chica, animada por Eduardo, me metía los dedos. Empezaba a ser consciente de que otra vez estaba totalmente prepara para disfrutar de todo lo que pudiera pasar. Eduardo hizo lo propio, y empezó a masturbar a la chica. Me excitaba oírla gemir casi encima de mí, pensar que la estaría tocando como antes a mí. La polla de su novio en mi boca, bien adentro, costándome a veces respirar. Mi coño pidiendo más.
De repente, note una mano fría sobre mi espalda. Me sobresalté y giré la cabeza hacia el lado contrario de donde estaban Eduardo y la chica. Crucé la mirada con la de una chica, que entre risas se disculpaba por haberme sobresaltado, me cogió el pelo como si fuera a hacerme una coleta, y me tiró para atrás, sujetándome la cabeza, dejándome inmóvil y empezó a besarme. Al echarme para atrás, yo quedaba como sentada a horcajadas en el sillón, por lo que mi pecho quedaba al descubierto y quedaba expuesta a todos; A partir de ese momento, y durante unos pocos minutos, yo perdí el control de lo que estaba pasando, porque aunque todos se tocaran, y todos disfrutaran de todos, ya sabéis lo que es una orgía, el foco del placer y el centro de la orgía que se preparó en torno a ese sillón tantra, era yo.
Mientras me besaba con esa chica, noté como me devoraban las tetas, me pellizcaban los pezones, los lamían, los mordían. Desde atrás me metían los dedos.
La chica y yo seguíamos besándonos con fuerza y apasionadamente. La tía besaba de maravilla. Esos besos que hacen que te corras. Seguía sujetándome la cabeza, sin dejar que me moviera, como si no quisiera dejarme ver lo que sucedía a mi alrededor. Solo dejó de besarme para mirarme desafiante, mientras acariciaba mi vientre hasta llegar a mi coño. Fue directa al clítoris y empezó a frotarlo mientras me besaba con fuerza. Notaba como mi cuerpo se estremecía de placer, buscando explotar y volver a la posición inicial. Por fin me liberó pero uno de los tíos hizo exactamente lo mismo. Me cogió la cabeza y empezó a besarme y a frotarme el coño. El otro me cogió la mano y me la llevó a su polla. Ahí estaba yo, de rodillas en el sillón, expuesta a todos, y rodeada por todos. Eduardo, dos tíos y dos tías, lamiéndome, mordiéndome, chupándome, frotándome, besándome, saboreándome, metiéndome los dedos. Ya no distinguía qué dedos me follaban, que lenguas me lamían. De quien era la polla que tocaba. Eduardo dejándome disfrutar. Mi coño destrozado otra vez; Podía sentir como la humedad caía por mis muslos. Me colocaron en la posición inicial. Los tíos se pusieron delante de mí, y se alternaban para follarme la boca. Mi culo y mi coño era de ellas.
Estaba reventando de placer cuando uno de los chicos, (el de la primera pareja) dijo: – podíamos ir a una de las camas, que yo creo que vamos a estar mejor. Me bajé del sillón, que no se ni como me sujetaron los tacones, y la chica de las manos frías y su pareja se fueron. No quisieron continuar.
Nos fuimos los cuatro a la cama grande. La chica y yo nos besamos durante un rato. Nos acariciamos. Nuestros pechos se acariciaban. Nuestros pezones duros por la excitación. Eduardo se hizo con la chica y yo me quedé con su pareja.
Me separó las piernas y empezó a comerme el coño. Me vino bien, la verdad, que me volvieran a humedecer con una lengua y no con unos dedos. Estaba ya un poco reventada y en el sillón, el roce de los dedos me empezaba a molestar. Me hubiera conformado ya con eso como broche final, pero os miento si os digo que me apetecía tener una polla dentro. No es seguro, porque no quiere decir que siempre folles; hay parejas que hacen de todo pero no follan. Este no fue el caso.
Cuando vio que estaba preparada, me preguntó: – ¿folláis? -Sí, le dije. -Genial, me dijo, porque me apetece follarte desde que te he visto. -Pues fóllame, le dije. Y así mismo me subió las piernas y me metió la polla. A pesar de la humedad parecía que me reventaba según entraba; estaba claro que mi coño estaba ya al límite. Me la clavaba con fuerza. Me folló un rato así y luego salió de mi para ponerme a cambiarme de postura. Me puso a cuatro patas, me colocó y empezó a follarme con fuerza. Al cambiar de postura veía a Eduardo follarse a esa tía y me excitaba muchísimo más. A las dos se nos oía cada vez más. El tío me sujetaba para follarme con fuerza. Al principio creí que me reventaba, pero poco a poco mi coño se iba haciendo a su polla, a sus embestidas. Empecé a mover mi culo para ponerle más cachondo. Mis movimientos y sus embestidas hizo que nos corriéramos.
Me dejé caer sobre la cama.
No había suficiente agua en el bar para saciarnos.
Genial relato erótico.
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