El de la primera vez que fui a un club swinger (II)

cosmopolitan

Dejamos atrás 100momentos y cruzamos O’Donell hacia encuentros VIP sin más compañía que la nuestra y bajo la atenta mirada del pirulí. Llegamos en un periquete. El sitio, pasa un poco desapercibido -como todos, supongo- y al igual que en el otro, llamamos al timbre y nos abrieron al segundo. Al entrar, ya daba la sensación de que el ambiente, el sitio, no iba a tener nada que ver con el otro. Efectivamente.

Pagamos nuestra entrada y, tras pasar un cortinón, accedimos al local. Una sala grande a modo de discoteca, con su barra, su zona de baile, sus sillones bajitos alrededor de lo que podríamos considerar la zona de baile, o lo que siempre hemos llamado “la pista”. Eran poco más de las 00h y aunque había buen ambiente, no había mucha gente… Como era víspera de Reyes, la barra estaba llena de comida navideña: turrón, dulces, roscón… Como siempre, un Dj ponía los últimos éxitos que parecían desentonar con el aspecto de la discoteca, mitad setentero, mitad ochentero… pero que mola mucho, la verdad.

La gente disfrutaba de la música y de la bebida, algunos bailaban, otros se enrollaban allí mismo, de hecho, mientras mis retinas querían memorizar todo lo que veían, se toparon con una chica que le hacía una mamada a un chico junto a la barra. Algunos iban vestidos, otros con una toalla -ya llevarían rato por allí- y otras chicas lucían su lencería sexy. La verdad es que todo resultaba de lo más excitante. El sitio, no puedo decir que era como lo imaginaba, porque es imposible… pero sí puedo decir que, con tan solo poner un pie, supe que iba a superar mis expectativas.

Antes de pedir una copa, fuimos a descubrir el sitio. Empezamos por lo que más cerca teníamos, intentando seguir un orden, y lo primero que vimos fue una especie de mini pasillo distribuidor: por él accedías a una sala con dos grandes camas, en aquel momento, vacía., y al cuarto oscuro, donde apenas veíamos, pero sí escuchábamos gemidos; Me encanta eso, tengo que reconocerlo. Sobre todo, si oigo a una chica gemir intensamente… Siento envidia, y perdida en esa oscuridad, me encanta imaginar lo que la estarán haciendo.

Continuamos y pasamos por el “pasillo francés”, (te digo que, si vas ahora, no está igual), una jaula; a la izquierda, todo era un enorme “gran sofá corrido”, donde ahí sí había parejas follando, parejas observando a otras, y a la derecha, una especie de camarote de barco pequeño, al que accedes bajando, con dos camas a los lados. Las paredes tenían agujeros, es decir, mientras estás ahí, la gente que te observa desde arriba puede meter la mano por ellos y tocarte. Terminas de bordear el local y encima de ese falso camarote, está el jacuzzi, rodeado por camas y mesitas bajas.

Después de, por lo menos yo, haber alucinado con el sitio y deseosa de disfrutar allí con Borja, fuimos al vestuario y dejamos todo en la taquilla; una era nueva en eso, y como no sabes cómo va a ser la noche ni el grado de pasión y fogosidad, yo no quise perder las bragas (a pesar de que dicen que si vas a una fiesta y pierdes las bragas, es que te lo has pasado pipa -o algo así-) por lo que salí de allí con la toalla y las chanclas. ¡Qué poco glamour! ¡Nunca más! De todo se aprende…

Fuimos a la barra a pedir una copa, y tras apenas haber bebido unos sorbos, nos fuimos a la sala pequeña, junto al cuarto oscuro. Tan solo una pareja disfrutaba de buen sexo en una de las camas. Nos pusimos enfrente. Borja se tumbo en la cama y yo me puse frente a él, de rodillas, una postura de lo más inocente cuando estás tu solo, en tu casa, pero que ahí, parecía provocar el deseo de todo el que mirara; mi postura parecía decir: “fóllame por detrás mientras le como la polla”. Hubiera estado genial, pero no pasó. Sí sentí, mientras disfrutaba de la polla de Borja, como unos dedos acariciaban sutilmente mis nalgas, y de manera tímida, rozaban mi coño. Aunque me gustaba, ni siquiera giré la cabeza para aceptar su caricia e invitarle a estar con nosotros; tal vez fue por el factor sorpresa, o porque era la primera vez, y no supe bien cómo actuar, en fin, que en lo que lo piensas o no, ese momento se convirtió en fugaz, y, como no le invité a seguir, mi mano misteriosa desapareció. Cuando dejé de sentirla, que fueron unos pocos segundos, miré a Borja quien, con su sonrisa picarona me dijo:

-Te acariciaba una chica… ¡Mi mano misteriosa era la de una chica!. Los ojos se me pusieron como platos, pero mi cuerpo se ruborizó gratamente.   

-Pues me estaba gustando. Dije.

Borja se incorporó y nos pusimos los dos juntos, de rodillas, con las piernas separadas para que pueda meterme mano bien y colgada de su cuello, bien pegadita a él para que me susurre al oído, algo que me vuelve loca, y para apoyarme en él cuando consigue que me corra a lo grande.

Después de meternos mano, y de correrme yo, cogimos lo que nos quedaba de nuestra derretida copa, y fuimos a dar una vueltecita por el local. La noche avanzaba y cada vez había más parejas. Las camas estaban ocupadas por varias parejas que se comían todo, follaban… la vista era de lo más lujuriosa y excitante.

Nos gustó ese espacio que parecía el camarote de un barco, pequeño, acogedor, y nos tumbamos en una de las camas. Acababa prácticamente de correrme, pero tenía ganas de que Borja me follara. Empecé a cabalgar sobre él, cuando empecé a sentir unas manos acariciando mi pelo, intentando llegar a mi cuerpo; alguien desde el exterior del camarote intentaba tocarnos a través de los agujeros. No sé quién era, pero mientras disfrutaba de la dura polla de Borja, no sé cuando llegaron, ni cuánto tiempo llevaban junto a nosotros, pero una pareja empezó a interesarse por nosotros. Una chica morena, de pelo largo, muy guapa, empezó a acariciar a Borja, y él le devolvió las caricias. El chico rubio que iba con ella, me acariciaba la espalda mientras me follaba a Borja.  Nos miramos con aprobación, y me retiré, invitándola a ella a disfrutar de mi chico.

La morena empezó a comerle la polla a Borja, mientras su chico y yo empezábamos a acariciarnos. Era la primera vez que realmente estaba con un desconocido, y la primera vez que veía como mi pareja disfrutaba de una chica que no era yo. Qué sensación más extraña y más jodidamente excitante y placentera. Cogí con ganas la polla del rubio, e imitando a la morena, también me la llevé a la boca. Empecé a lamerla, a chuparla con ganas, como si fuera la de Borja… era delgada pero larga, me la metí entera en la boca, bien adentro, como a mí me gusta. Cada vez notaba su polla más dura, me encantaba chupársela, me la metía hasta la garganta, intentando mantener la respiración y la sacaba de golpe… se me caía toda la saliva por las comisuras de la boca. Yo estaba excitadísima, no solo porque hacía nada había tenido la polla de Borja dentro, sino porque me estaba volviendo loca ese momento, oír gemir al rubio, sentir que le estaba gustando como se la chupaba, ver a Borja disfrutar… en fin, ¡todo!

Volví a metérmela en la boca y el rubio me empujaba la cabeza contra él, no me dejaba sacarme la polla de la boca. Presentía que estaba a punto de correrse y así fue, sacó su polla de mi boca y se corrió en mis tetas. Me besó en los labios y me tumbó en la cama. Me separó las piernas, y metió los dedos en mi coño. Yo estaba chorreando de excitación, necesitaba terminar lo que habíamos empezado, correrme. Sentí curiosidad cómo lo haría ese chico, realmente quería que me comiera el coño, y lo hizo. Después de deslizar sus dedos, meterlos, sacarlos, jugar con mi clítoris, hundió su cabeza en mi coño y empezó a devorarme. Su lengua entraba y salía de mi vagina, era maravilloso… lamía, chupaba, bebía… cada vez con más intensidad. La chica morena estaba tumbada junto a mí. Borja también estaba comiéndola el coño. De pie, junto al borde de la cama, las parejas nos observaban; no sé deciros que me estaba provocando más placer, si la boca del rubio bebiéndose todos mis jugos, o la situación: a golpe de lametazo en mi coño estaba aprendiendo que me gustaba que me miraran, que me gustaba estar con un desconocido; que me gustaba imaginar o creer saber lo que sentía la morena con la cara de Borja entre sus piernas, porque es lo que siento yo cuando él me come el coño.

Gemí, gemí y grité de placer. Convulsioné de placer. Me corrí. Creí que no tendría líquido ya, porque el rubio juro que se lo había bebido todo, pero no, sentí líquido salir de mí, y cuando se retiró de mi coño, vi lo increíblemente mojado que estaba.  

Borja y la morena también terminaron, y entre risas cómplices y miradas de “agradecimiento”, charlamos un ratito los cuatro. Resulta que mi rubio era búlgaro, ella de Madrid.

Borja y yo nos fuimos a por otra copa, que de verdad que la necesitábamos, y a para qué engañarnos, a comentar la experiencia. No penséis que la noche había acabado.

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