El de… Eduardo y yo en Fusión y el sillón tantra (II)

Nos terminamos la copa y con la intención de ir al cuarto oscuro, pasamos antes por la taquilla. Ya dejamos toda la ropa y nos fuimos nada más que con la toalla -esa siempre va contigo- y en mi caso, el tacón.

Entramos en el cuarto oscuro y el sillón tantra estaba libre. ¡Bravo! Eduardo y yo empezamos a probar posturas. Bueno más bien yo. Yo me colocaba como Eduardo me indicaba. La verdad es que el sillón es todo un abanico de posibilidades, y eso, que a simple vista no lo parece. Puedes jugar con su forma a modo de ondas, para colocarte, y claro, yo no me veo, pero me da la sensación de que el sillón te deja expuesta “sin que te des cuenta”. Me tumbé boca arriba en el sillón, de dos maneras diferentes y Eduardo me acariciaba. Sus dedos parecían entrar sin querer en mi vagina. Era como una nueva manera de tocar que no tengo duda lo favorece el sillón.

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El de la antesala de la mazmorra

Hay cosas, o en este caso momentos, que son la antesala de otras situaciones -aunque en el fondo no tengan nada que ver-. La antesala a la mazmorra a la que fuimos hace dos semanas, y que yo no me quito de la cabeza, es en parte mi casa, y en parte el cuarto oscuro de Trama, con su cruz de San Andrés. Ahora lo veo como un aprendizaje -con Eduardo cada día hay algo nuevo-, y por qué no, como un ensayo. Un ensayo de una obra de teatro que llevas a cabo por partes: primero este acto. Luego este otro. Para finalmente llevar a cabo la obra al completo en el teatro. Con su atrezzo, su decorado…

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El de la primera vez que fui con una amiga a un club swinger

Poco a poco voy abriendo mi mente, creo… o por decirlo de otra manera, voy haciendo cosas que pensé que no haría nunca: una de ellas, (la otra os lo cuento otro día), es ir a un club swinger con una amiga.

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El de Jorge y yo en 100momentos y el sexo anal

Lo malo de nacer en agosto, es que no hay ni Perry para celebrar el cumpleaños, da igual el día que sea, de milagro si hay algún pringado de la pandilla que ya se ha incorporado al trabajo con el que puedas quedar y ahorrarte el beber vino tu sola. Este año cayó en jueves y solo estábamos en Madrid Jorge, Macarena y yo. Jorge no podía quedar, por lo que Macarena y yo nos fuimos a la maravillosa azotea del Hotel Ginkgo, las dos tranquilitas y divinas, a disfrutar de las impresionantes vistas y de una rica, rica cena mientras recordábamos nuestro reciente viaje a París.

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El de la primera vez que fui a un club swinger (II)

cosmopolitan

Dejamos atrás 100momentos y cruzamos O’Donell hacia encuentros VIP sin más compañía que la nuestra y bajo la atenta mirada del pirulí. Llegamos en un periquete. El sitio, pasa un poco desapercibido -como todos, supongo- y al igual que en el otro, llamamos al timbre y nos abrieron al segundo. Al entrar, ya daba la sensación de que el ambiente, el sitio, no iba a tener nada que ver con el otro. Efectivamente.

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