El de mi fantástica porno visión en CAP Madrid

Era viernes por la noche. No teníamos nada planeado y Jorge se iba de viaje mucho tiempo, bueno, a lo mejor no mucho pero sí el suficiente como para echarle de menos, por lo que pensé: tenemos que cenar, tenemos que disfrutar de buen sexo; Vamos a fusionarlo todo y hagamos algo diferente: nos fuimos a cenar a CAP Madrid, no sin antes previa llamada por mi parte para asegurarme de que estaba abierto, que la última vez que lo llevé en plan sorpresa estaba cerrado el restaurante. Vamos, que me cubrí de gloria… Por cierto, ese fue el día que estuve con Jorge y dos tíos más, pero bueno, eso ya os lo contaré otro día….  

Por si no habéis ido nunca, el protocolo es el mismo que en otros: entras, pagas tu entrada, te dan tu toalla, tus chanclas y le dices a la persona que te recibe que vas a ir al restaurante (o a lo mejor no hace falta decírselo). ¡Ah! llévate dinero al restaurante porque tienes que pagar allí.

El restaurante es ideal, no muy grande, muy zen, buena música a un volumen “correcto”, muy muy poca luz, velas… en fin, de lo más romántico y tranquilo para estar en pareja. ¡Se come rico y calidad precio, muy bien! Eso sí: cenas en toalla… Por cierto, chicas del mundo, ¿cómo os anudáis la toalla tan divinamente que no se os cae? Si no fuera porque me da igual, estaría más pendiente de la toalla que de cenar.

Tras degustar una cena ligera, ¿para que íbamos a perder más tiempo? Yo no tenía ganas de spa, ni de sauna, ni de nada de tuviera que ver con “ciertas humedades”, (de otras sí), que decidimos bajar a la planta de abajo a dar una vueltecita por las diferentes habitaciones, para lo de siempre: “a ver qué hay”. El columpio y el sillón tantra estaban ahí… ¡provocando! El próximo día que vaya, tengo que probar una de las dos cosas, empezaré por el sillón, que tampoco es que tenga pinta de ser sencillito, pero es que creo que para el columpio hay que hacerse un máster antes… (si alguien ha probado alguna de las dos cosas, por favor, que me lo cuente).

Ya cuando bajábamos la escalera, oíamos gritar a una chica de placer, por lo que nuestro deambular fue muy breve, y tras pasar el sillón tantra, en una de las habitaciones, vimos como las parejas se agolpaban para mirar. Hicimos lo propio.

A puerta cerrada, había una pareja follando, y otro tío, en principio, mirando. La habitación era genial, porque hace esquina en el pasillo, y tiene ventanas que dan a ambos lados, por lo que mirabas la escena y a los que miraban por la otra ventana. Todos observadores de todo.

Jorge y yo, nos hicimos un huequecillo, y nos colocamos junto a una pareja a disfrutar de las vistas. Poco a poco nos vamos dando cuenta de lo que nos gusta mirar.

La chica, lucía algún que otro tatuaje. Tenía buen cuerpo, el coño rasurado y buenas tetas. Se la estaba follando un tío (su pareja, tal vez), tumbada boca arriba, apoyaba sus piernas en los hombros del chico. El tío la embestía con fuerza. De vez en cuando salía de su vagina para comerla el coño. La chica gritaba de placer. Junto a ella, de rodillas, el otro chico, que contemplaba la escena mientras se masturbaba.

Yo tenía a Jorge detrás de mí, empecé a acariciarle la polla. La tenía bien dura… ¡cómo no! la vista era excitante. Yo estaba húmeda y mientras contemplaba la escena, veía como el otro chico cada vez se acercaba más a la chica, pensé que iba a meterle la polla en la boca, joder, juro que yo así lo deseaba, no podía dejar de mirar, deseando que lo hiciera. Me daban ganas de gritarle “¡métesela en la boca!” Hubiera sido fabuloso, una polla en su coño, y otra en su boca. Tanto lo deseaba que notaba mi coño cada vez más húmedo; cada vez acariciaba la polla de Jorge con más ganas. El chico que estaba a mi lado, creo que se percató de mi excitación y con su mano se abrió paso entre mi toalla para meter sus dedos en mi coño. Me tocaba con fuerza, primero me frotaba el coño, y rápido me metió los dedos en la vagina. Mi excitación iba en aumento, no solo por sus dedos, sino porque la chica cada vez gritaba más, el chico se la debía de estar follando muy, pero que muy bien, estoy segura de que esa chica se corrió lo menos tres veces con ese tío.  Yo separé un poco más las piernas, para que pudiera hacerlo mejor y para yo sentir más placer. Jorge ya tenía sus manos en mis tetas, las acariciaba tan bien que parecía que iba acorde con los dedos del otro chico.

El placer me despistó por un momento y me hizo cerrar los ojos. Cuando los abrí, el tío se había corrido ya, y le pasaba la chica al otro. El chico empezó a follársela. Mi orgasmo estaba cada vez más cerca. Mi desconocido lo intuía y sacó sus dedos de mi vagina para llevarlos a mi clítoris; sentía como mías las embestidas a esa chica; sus fuertes embestidas eran los fuertes movimientos circulares sobre mi clítoris; esa percepción me llevó a un dulce orgasmo.

Mi momento pasó, y el de la chica también. El chico salió de su vagina para correrse sobre ella. Los dos tíos salieron de la habitación y la dejaron sola, recostada en la cama. Descansando. Con sus pezones aún duros de tanto placer, su coño tal vez aún húmedo, y tal vez algo dolorido. O no. Contenta, seguro.

Todos nos empezamos a dispersar. Jorge y yo nos encerramos en una de las habitaciones. Yo no quería que entrara nadie a participar. Que nos vieran por uno de los cristales, perfecto. Pero por el momento nada más.

Tumbada en la cama, Jorge empezó a comerme el coño, tan bien como siempre. Mientras el disfrutaba de mí, yo acariciaba mis pezones. Algunos tíos nos miraban a través de la ventana. Me encanta que me miren. No os voy a engañar. Eso hace siempre que mi placer aumente. Era cuestión de segundos, que me corriera otra vez. Y me corrí.

Quería comerle la polla, pero no me dejó. Tenía muchas ganas de follarme. Follamos. Esa vez a la manera tradicional, pero a mi me gusta. Otro orgasmo maravilloso.

Después de corrernos, había que reponer fuerzas, por lo que subimos al bar a tomar algo. Un poco de charleta con unos, con otros… Me fijé que estaba la chica del tatuaje; Estaba pletórica. Era guapa. Tenía cara de felicidad. ¡Normal!

Mientras disfrutábamos de nuestra bebida, nos dimos cuenta -la otra vez se nos pasó por alto- que, al fondo, medio escondido, había una zona exclusiva para parejas. Una sala grande, con una gran, gran, cama. Había una pareja jugando, y nos pusimos cerca de ellos. Entre besos y caricias, vimos llegar a “mi desconocido” con una chica rubia. Se pusieron a follar en la parte del fondo de la habitación. La verdad es que eran geniales. Él la puso a cuatro patas y se la empezó a follar a tope y a cachetear.  La palma de su mano sobre el culo de ella sonaba por toda la habitación. No pude por más que comerle la polla a Jorge y dejarle disfrutar doblemente: de mi mamada y de las vistas. Yo no me quedaba con las ganas de su polla, y él se merece una buena mamada por haberme dado tanto placer. Además, se va de viaje. Se tiene que ir con un buen recuerdo de la noche. ¿O no?

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