‘Un domingo perfecto’, mi nuevo relato erótico, en la revista Gente Libre

La revista Gente Libre ha publicado mi último relato erótico, Un Domingo Perfecto. En esta ocasión, tendréis que leerlo desde su revista online.

Os dejo el enlace! https://gentelibre.com/revista-liberal-swinger/no-1055/ Una vez aquí, os registráis desde «leer online» y lo tenéis… (Hay que registrarse por ser contenido para adultos).

En este relato os cuento mi tarde de «domingo perfecto» con Eudardo y los juguetes eróticos . Os dejo un aperitivo para que no os podáis resistir…

[…] Ha activado el vibrador que tiene forma de polla, y me lo pone en el coño. Aprovecha mi humedad para frotarme con él. Qué gustazo sentir la vibración por mi dolorido coño. La vibración actuaba a modo de calmante cosquilleo, apenas estaba disfrutando de esa sensación, cuando sentí como me penetraba con él. Le hice saber con mis gemidos que me gustaba […]

¡Espero que os guste!

@compartidalujuria

El de… Eduardo y yo en Fusion y el sillón Tantra (I)

Sábado noche en Madrid. Verano. Tocaba celebrar mi cumpleaños. Eduardo y yo nos fuimos a cenar por el Centro y a tomar un copa a uno de esos maravillosos bares de Madrid, escondidos por las callejuelas del centro, que en su día fueron una taberna y ahora, sin perder ese encanto de azulejo, madera y estaño, el vermut de grifo convive con los Cosmopolitan, los gin tonics y por supuesto, las cervecitas bien frías. En definitiva, esos maravillosos locales que solo pueden existir en Madrid.

Tras un par de cocteles, yo, y copas él… (no sé qué problemas tenéis los tíos con los cocteles…) era hora de cambiar de sitio. Era mi cumple. Yo elegía. Quería sillón tantra. ¿Dónde? A Fusión VIP.

Tal vez serían las 2h cuando llegamos. Estaba de lo más animado, y más que se animó, como siempre. Al llegar, bajamos a la taquilla, cogimos nuestra toalla y dejamos algunas cosas, pero no todo, porque llámalo postureo, o como quieras, pero a Fusión se va a lucirse, a lucir tu mejor lencería, tu mejor tacón, y a follar, por supuesto… pero a lucirse. Es que lo da el sitio.

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El de la antesala de la mazmorra

Hay cosas, o en este caso momentos, que son la antesala de otras situaciones -aunque en el fondo no tengan nada que ver-. La antesala a la mazmorra a la que fuimos hace dos semanas, y que yo no me quito de la cabeza, es en parte mi casa, y en parte el cuarto oscuro de Trama, con su cruz de San Andrés. Ahora lo veo como un aprendizaje -con Eduardo cada día hay algo nuevo-, y por qué no, como un ensayo. Un ensayo de una obra de teatro que llevas a cabo por partes: primero este acto. Luego este otro. Para finalmente llevar a cabo la obra al completo en el teatro. Con su atrezzo, su decorado…

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El de… azotes y castigo (I)

Decidí no dejar nada en manos del azar y escribí a Eduardo para vernos ese jueves en TRAMA VIP.

Confirmada la cita, me encantó preparar el encuentro. Ya sabéis que me gusta mucho eso de pensar qué ponerme. Mientras elegía la lencería pensaba que tal vez estuviera bien elegir un conjunto que estuviera humildemente inspirado en la estética sado (no tengo nada que realmente vaya en esa línea), esa lencería de triángulos que simplemente están para marcar el contorno de tus pechos y de cintas que dejan entrever y parecen ser el preludio de las cintas de atar, pero mientras descartaba modelitos y dejaba la habitación como el women secret el primer día de rebajas, pensé que sería mejor elegir otra cosa y dejarlo para cuando la ocasión realmente lo mereciera (por así decirlo), que ahora sé que la habrá. Eso sí: ese día ni inspiraciones ni nada. Tendré que ir a comprarme un sado modelito.

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El de mi fantasía erótica con Carlos en la Cruz de San Andrés

La noche que pasé con Carlos en Trama VIP me dejó mala de deseo los días siguientes. Pero mala, mala. Tanto, que en cuanto tenía un momento de tranquilidad en casa me encantaba recordarlo y sentir como se mojaban mis bragas. Una de esas veces quise revivirlo acariciándome, tocándome. Sin más, sentada en el sofá, recosté mi cabeza, cerré los ojos y, sin quitarme nada, me desabroché el pantalón y metí mi mano, abriéndome paso como podía; no me lo iba a poner fácil desde el principio. Quería sentir la humedad por encima de mis bragas. Con la otra mano desabrochaba mi blusa y por debajo del sujetador pellizqué mis pezones.

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