El de azotes y castigo (II)

……

Seguíamos los dos en TRAMA, en aquella gran cama. El se bajó y se paró junto a la cama. Me colocó a cuatro patas, o a perrito, a perrita más bien, pues eso es lo que era yo esa noche, su perrita. El espejo de la cama nos quedaba justo en frente, lo cual a mi me encantaba. Podía verle detrás de mí, mirándome el culo, mirándome a la cara a través del espejo.

Se acercó para hablarme: -mírate. -Lo hago. Me gusta hacerlo. -Fóllame. Le dije.

-¿Quieres que te folle ya?

-Sí. Quiero que me la claves. Quiero que te folles ya a tu perrita.

El vocabulario empezaba ya a ser realmente sucio. Algo que nos pone muchísimo a los dos.

-Ábrete bien, ábrete bien para mí. Y así lo hice, me llevé solo una mano -si me llevaba las dos tendría que apoyar la cabeza en la cama y eso me impediría ver como me follaba el que por un rato consideré mi amo- y posándola en mi nalga me abrí lo más que pude. Sentí como su polla entraba en mí coño. Empezó a follarme y a mi me gustaba muchísimo, me gustaba sentir su polla, me gustaba verle por el espejo, me gustaba su cara cuando me follaba, quería que me penetrara más y más, y yo intentaba ayudarle con mis movimientos.

Disfrutaba de sus embestidas mientras pensaba si ese sería mi dulce castigo por haber dejado que mi tanga resbalara y cayera hasta mis pies, cuando él pareció leerme la mente, e inclinándose sobre mí, me susurró al oído: – ya se cual va a ser tu castigo.

Salió de mi y se colocó frente a mí. Yo estaba excitadísima.

-Vas a disfrutar de otro hombre para mí. Me dijo mientras jugaba con mis pechos. Será con el que yo elija. Quiero ver como le comes la polla, decía mientras me pellizcaba los pezones; Vas a hacer con él lo que yo diga. Va a hacer contigo lo que yo quiera. Mis pezones estaban ya a punto de explotar de duros y erectos. Los pellizcaba y los retorcía provocándome un exquisito dolor placentero, pequeños gritos de placer salían de mí, mientras mi cabeza me imaginaba ya con ese desconocido bajo las órdenes del que esa noche me gustaba considerar mi Amo. Estaba encantada con ese juego.

-Lo haré. Le dije.

Eduardo me besó y se bajó de la cama; Cubriéndose con una toalla fue a la busca y captura de un chico para nuestro juego.

Me quedé sentada a los pies de la cama, expectante, alucinando con la situación, con los pezones duros y algo doloridos y con una tremenda humedad. A los pocos minutos llegó acompañado de un chico… que debía de estar alucinando porque imagina la situación: chico solo en la barra, con su copa, pensando qué tal se dará la noche… ¿habrá alguna chica sola? ¿Alguna pareja que quiera estar con un chico? Y de repente, llega un desconocido: “hola, ¿te apetece estar con mi chica?, nada, lo normal, mamada y coito… y, tranquilo, que yo solo miro, bueno miro y ordeno. El otro diría: Sujétame el cubata. Y allá se lanzó, a formar parte de nuestro juego, sin saber qué o quién le esperaba al otro lado de la puerta. Pero de eso se trata, no? De excitarse con lo desconocido, de jugar.

Pues eso. Eduardo llegó acompañado de un chico. Entraron en la habitación. Yo miré al chico nuevo y me levanté para, con una sonrisa y mis pezones erectos saludarle y presentarme. Había que hacer que se sintiera cómodo. El chico pareció respirar tranquilo, al fin y al cabo ya me había visto y, sus miedos se habían desvanecido para bien: no tenía delante “un ángel de Victoria’s Secret”, de hueso y carne, sino una tía de carne y hueso, más bien carne… con unas buenas tetas en las que perderse, un buen culo que agarrar. Bueno. Si le dejaban agarrar… Porque aquí estábamos para recibir órdenes.  

Eduardo empezó a dar instrucciones al nuevo: -Te va a comer la polla. Por lo que ponte como quieras, como te guste que te lo hagan. El nuevo se quitó la toalla, colocó los cojines de la cama y se tumbó. Tenía una tremenda erección.

-Enséñale lo bien que lo haces, zorrita. Fui hacia él, y me puse a su lado, de rodillas. Me lleve su dura polla a la boca y empecé a comérmela con ganas. Podía escuchar a Eduardo y al nuevo hablar. – ¿Te gusta cómo te la chupa? ¿Lo hace muy bien, a qué si? – El chico le respondía afirmativamente. Yo la comía y comía con ganas. Eduardo de vez en cuando me daba un azote, o me metía los dedos en el coño, mientras me recordaba lo zorra que era. Yo, encantada de que me lo recuerden. Eso hacía que me comiera la polla con más ganas.

– ¿Quieres follártela? Le preguntó Eduardo. -Si puedo, sí. Respondió el nuevo.

Claro que puedes. Ella hace lo que yo diga.

Dejé de chupársela al nuevo y me quedé de rodillas esperando recibir órdenes.

Eduardo le dijo al nuevo como tenía que follarme. En el borde de la cama a cuatro patas. Eduardo se acomodó frente a mí, en la cama, y detrás de él, esos espejos en los que a mí tanto me gusta verme, o más bien ver lo que me hacen, como me follan, la cara de placer que ponen mientras me follan.

El nuevo entró en mí. A pesar de estar chorreando, noté como mi coño se esforzaba para recibir esa polla dura. Veía a Eduardo mirarme con tanto placer que eso me excitaba aún más. – ¿Te gusta, zorra? Me decía mientras se masturbaba. -Sí, mucho. Le respondía yo.  Se vino hacia mí y me metió la polla en la boca.

-Follatela sin miedo, que le gusta. Es muy zorra, lo sabe y le gusta que se lo digan. Al nuevo le vinieron fenomenal esas palabras de Eduardo, yo creo que las necesitaba, porque se vino arriba y empezó a follarme con ganas. -Follatela! Le decía Eduardo. Cada vez me daba más fuerte, estaba claro que iba a correrse en cualquier momento, así me lo indicaba su respiración, sus fuertes gemidos, le ayudé con mis movimientos y me apretó fuerte contra él para correrse.

Salió de mi y yo me dejé caer en la cama. Boca abajo. Con las piernas algo separadas y los brazos extendidos hasta mi cabeza, como queriéndome esconder en ellos.

El nuevo se fue. Sabía que su participación en el juego había acabado.

Eduardo me acarició la espalda, las piernas. Se colocó junto a mí. – ¿Te ha gustado? -Mucho. Le dije mientras disfrutaba de sus caricias, de sus besos. -Me ha encantado, me encanta ser tu puta, tu zorrita, tu perrita, como quieras. Quiero serlo.

– ¿Quién es tu puta? – Tú. Me dijo mientras me devoraba. Y otra vez nos dejamos llevar por el deseo, por el morbo. Otra vez nos llevamos al límite.

-Quiero que te corras en mis tetas. Y así lo hizo. Me encantó sentir su calor sobre mi piel, su semen gota a gota sobre mí, sobre mis pezones, sobre esas tetas que con tanta pasión acaricia, devora, estruja, azota, pellizca …

Qué noche de sensaciones nuevas, de maravillosas sensaciones nuevas.

De nuevas formas de placer.

De no querer que acabe.

De querer más.

De sentir diferente.

De querer probarlo todo.

Poco a poco.

Quiero más.

Mucho más.

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