
Poco a poco voy abriendo mi mente, creo… o por decirlo de otra manera, voy haciendo cosas que pensé que no haría nunca: una de ellas, (la otra os lo cuento otro día), es ir a un club swinger con una amiga.
Esta primera visita a un club con una amiga tuvo lugar una tarde tonta de domingo. Estaba en casa buscando alguna serie a la que engancharme cuando me sonó el Whatsapp:
-Voy a Divernis. ¿Te vienes?
Tardé un poco en responder porque pensé: “esta se ha equivocado y quería escribir al colega de turno”.
-Venga, vamos. Así nos vemos y nos ponemos al día.
Ahí ya dije: “No. Me lo dice a mí”.
Y no se cómo, no lo dudé: – ¡Vale!
Me di una ducha, me perfumé, me puse un conjunto de lencería en color verde botella, sexy pero no demasiado -total, lo vas a dejar en la taquilla- me enfundé unos vaqueros y una blusa negra, zapatillas y para allá que fui.
Volvió a sonarme el Whatsapp: -Le he dicho a un amigo que venga.
-Genial. Así disfrutas. Le dije
-Disfrutamos. Dijo ella. Ya verás.
Cuando llegué me estaban esperando en la puerta. El amigo de Diana era bastante mono, y muy majo. ¡Bien! La cosa prometía.
Pasamos, dejamos todo en la taquilla y dimos una vuelta por todo el local. ¡Estaba a tope! Creo que nunca había visto tanta gente allí.
Nos metimos en el jacuzzi. Mientras charlábamos y entre burbujas, Diana y José se iban metiendo mano. Había varias parejas y algún que otro chico solo, bastante atractivos, la verdad, y aunque ya cruzábamos miradas, sentía que era pronto pues me apetecía seguir disfrutando de esos momentos de relax, antes de pasar a la acción.
Nos cambiamos a la piscina de chorros. Varias parejas se devoraban. Diana y José cada vez se iban poniendo más a tono. Pensé que se me iba a hacer más raro. Pero no.
Me encantaba disfrutar de todo lo que veía. Las parejas se empezaban a animar. Vi como una de ellas, la que estaba frente a mí, se besaba apasionadamente, mientras un chico se intentaba unir a ellos acariciando a la chica. Desvié la mirada para ver qué mas estaba pasando en aquella piscina cuando los gemidos de la chica llamaron mi atención: Definitivamente el tipo se les había unido. La chica estaba entre los dos, la acariciaban. El novio decidió cedérsela al otro tío, quien sujetándola empezó a masturbarla a la vista de todos. El ambiente se iba caldeando. Estaba claro. A mi lado había una pareja, jovencita, o ella por lo menos parecía jovencísima: morena, pequeñita, de tez blanca, las tetas redonditas, pequeñas, en su sitio, preciosas. Parecían una pareja “virgen” en lo que a asistir a este tipo de clubs se refiere, pero luego os cuento que manera de comer pollas la niña. La protagonista de la orgía, vamos. Yo no daba ni crédito. Pero no voy a adelantar acontecimientos.
-Me voy al jacuzzi. Le dije a Diana. Voy a ver si sigue alguno de los chicos guapos y me subo al galeón.
-Vamos contigo.
Volvimos al jacuzzi y allí cacé o me cazaron. Un chico muy moreno, con los ojos rasgados, verdes, se vino con nosotros arriba.
Cuando subimos, todo apuntaba a que se iba a montar una orgía buena. Nos metimos en una de las habitaciones. Diana y José yo creo que no podían aguantar más, y empezaron a comérselo todo. Yo, de rodillas, me pegué a la celosía que separan las dos habitaciones y me quedé viendo como una tía participaba de cuatro tíos. Un tío se la follaba por detrás mientras le azotaba el culo. La tía gritaba de placer mientras los otros tíos le apuntaban a la cara con sus pollas duras y erectas, esperando hacer algo con ellas. Se masturbaban mientras se la follaban, hasta que uno de ellos rompió el hielo y le metió la polla en la boca. Los otros empezaron a acercarse, entiendo deseando hacer lo mismo.
Mientras miraba a aquella chica disfrutar, notaba como mi coño se humedecía cada vez más. Mi moreno de ojos verdes me metió los dedos en el coño. Los tíos empezaron a turnarse para meterle la polla en la boca a la chica. Yo me movía para facilitar que los dedos me llegaran más adentro.
Poco a poco nuestra cama se iba llenando de gente. Diana y José ya estaban follando. Me gustaba ver como follaban. Una pareja se puso al lado de ellos. Cada vez había más gente follando a mi alrededor. Los dedos de este tío entraban y salían de mi coño con fuerza. Pero yo lo que quería era follar.
-Follame. Le dije.
No quería dejar de mirar a aquella chica, por lo que me coloqué para que me follara a cuatro patas. Empezó a follarme y yo sentía que las embestidas que me daba iban a la vez que las de ella. Un chico se puso a nuestro a lado. Yo creo que quería formar parte de aquello, copiar la escena que veíamos a través de la celosía, pero no se decidía.
Cada vez me embestía más fuerte y pensé “como se corra ahora lo mato”. Y se corrió. Salió de mí pero yo no solo no me había corrido, sino que seguía queriendo polla. Lo que estaba claro es que yo no me iba a meter mis dedos para correrme, con todo lo que allí estaba pasando.
-Siéntate, le dije al chico que se masturbaba a nuestro lado. Me puse a horcajadas sobre él. En esos minutos en los que cambié de polla, mi película porno particular había cambiado. La chica de detrás de la celosía ahora esta tumbada boca arriba, y los cuatro tíos se turnaban para follarse su coño y su boca. Era el colmo del placer. Yo cada vez saltaba más sobre mi nueva polla. Ésta también tardó poco en correrse. No se qué coño pasaba ese día. Otras veces me duele el coño porque no se corren y ese día se corrían a la menor.
Diana y José habían intercambiado la pareja y follaban de lo lindo. Yo bajé a ducharme y volví a subir. La cama donde había estado antes seguía estando de lo más concurrida, sin contar los cuatro o cinco tíos -solos- que con sus falos apuntaban a todo el que estuviera en la cama, esperando poder participar, tocar una teta, un coño. Algo.
Me subí a la cama, esta vez con la sencilla intención de masturbarme mientras disfrutaba de las vistas que me proporcionaba la orgía que allí había, pero al final, una se ve envuelta en algún lío. Resulta que allí estaba la chica jovencita de la piscina de chorros, la que os contaba antes de tez blanca y tetas lindas… Allí estaba, de rodillas, entre dos tíos, su pareja, y otro; Con una mano sujetaba un polla, y con la otra mano, la otra. Si chupaba una, la otra la meneaba con gusto. Y al revés. Que manera de chupar. Pequeñita pero matona, la niña. Un tío se colocó detrás de ella. Yo enfrente. El tío la metió los dedos en el coño. Yo empecé a acariciar su tetas. Sus pezones duros. Ella seguía comiéndose las pollas como si se las fueran a quitar. Los tíos se acercaban. Yo me retiré para mirar. Me coloqué unos cojines y me tumbé a mirar. Me fascinaba ver a la pequeñita.
Pero claro, en plena orgía, una tía sola, tumbada… es carne de cañón. Durante unos minutos saboreé una polla; Y digo durante unos minutos, porque igual que vino, se fue. Supongo que a disfrutar de otra. Ya os digo, había mucha gente. Mientras saboreaba esa polla, los dedos de dos tíos se turnaban mi coño. Mientras jugaban con él, vi venir a José. Hay veces que una mirada es suficiente, y los dos tíos se retiraron, dejando paso a José, quién se hundió en mi coño y se lo comió sin dejar ni gota. Chupó y lamió hasta hacerme gritar de placer.
Esa comida de coño fue para mi el broche final a una tarde tonta de domingo, de múltiples visiones porno que ayudaban a correrte, a desear más.
Me duché, me serví una coke en un vasito de plástico y la disfruté en el palacio de agua junto a José y Diana, comentando lo bien que lo habíamos pasado.
Allí les dejé.
Habrá que hacer otra quedada.