El de la primera vez que me lo comió una chica

No os he contado, y mira que os he contado cosillas… quién me habló de Divernis, cómo empecé a ir allí y cómo sucedió todo.

Yo solo había ido una vez a un club swinger, había sido con Borja y en esa misma noche, como ya sabéis, habíamos ido en plan “visita relámpago” a 100momentos, y luego a encuentros VIP. Bien. Yo siempre sentí que debía darle una oportunidad al primero de ellos, porque apenas estuvimos un rato y mi empeño en ir a encuentros, creo que no me dejó apreciar este sitio en condiciones.

De esto hacía mucho, mucho tiempo… y una noche de Halloween, sin mejor plan y más caliente que una mona, pensé: pues a lo mejor es el momento de dar una oportunidad a 100momentos. – ¿Y si me visto y voy? Así lo hice. No se de dónde saqué el coraje para ir, sola, con cero experiencias en la materia, y con total desconocimiento de todo, pero el deseo y la imaginación, los nervios, lo desconocido… hacen que saques ese lujurioso coraje que no sabes que tienes, pero lo tienes, y te pongas en marcha.

Debí de llegar “pronto”, porque la señora peculiar -de la que ya os he hablado otras veces- me dijo: -uy, ¿vienes sola? – Sí, le respondí. -Pues vete a tomar algo, porque apenas hay gente; En fin, que me tomé un vino en un bar cercano y llegando al local, entraban varias parejas. Os voy a ser muy sincera: tal vez fuera el acojone que me vino de repente, y empecé a buscar escusas para no entrar, y la que más me golpeaba en la cabeza era que “no me gustaba el ambiente”. Vaya por delante que ni recuerdo quien entraba por la puerta del local, y que yo he estado después, y no le puedo poner una pega, al contrario. Pero bueno, algo tenía que inventarme para rajarme.

En ese momento, cuando me iba a dar la vuelta, llegaba un chico.

– ¿Vas a entrar? Me preguntó.

-No. Le dije. Creo que no me va a gustar mucho.

-Me pasa lo mismo. Dijo.

Total, que nos pusimos a hablar de todo un poco, de estos sitios, si íbamos mucho, o íbamos poco, que si esto, que si lo otro, y os prometo que por lo menos estuvimos una hora de pie, como dos tontos, hablando en la gélida noche… como si no hubiera un triste bar a doscientos metros para tomar algo.

-Bueno, me voy a ir. Le dije. Me empiezo a congelar y el tacón empieza a resultar molesto. Quiero ir en metro a casa, no vivo lejos, y aprovecho que aún circula.

-No te vayas. Podemos ir a tomar algo. En encuentros VIP hay fiesta de Halloween.

Debí de ponerle cara rara, porque me dijo: -podemos ir como pareja. ¿Y si nos hubiéramos visto dentro del local? Llevamos una hora hablando aquí. ¿Qué más da una copa allí, que en otro bar?

-Pues también tienes razón. Le dije. Y nos fuimos a encuentros VIP. Disfrutamos de la fiesta de Halloween, que por cierto… IMPRESIONANTE y de muy buenas vistas, porque presenciamos una escena lésbica en una jaula… para no olvidar.

A estas alturas de la noche, Adolfo (perdonadme, no os había dicho su nombre) ya me había hablado de Divernis, de lo bien que estaba, y todas sus cosas buenas, que la verdad es que son muchas. Ya sabéis que a mi me gusta mucho Divernis. Además, guardo muy buenos momentos allí.

Esa noche, y por raro que parezca, decidimos respetarnos y tal y como dijimos, fuimos a tomar unas copas. Nos fuimos intercambiando teléfonos, con la intención de volver a vernos. El prometía invitarme a ir a Divernis, y disfrutar del sitio.

Casi lo tenía todo en el olvido, cuando recibí un mensaje de Adolfo, invitándome a ir a Divernis. Le costó tres mensajes, en días diferentes, conseguir que fuera con él.

Recuerdo la sensación al entrar. El calor, la humedad, el olor a cloro (o lo que sea) que reina en el ambiente cuando vas a un spa, me relajó. La entrada era de lo más agradable: una especie de saloncito con una bandeja de frutas. Todo muy sano y muy light. Refrescos, infusiones.

Como manda la ley en esos sitios, dejas todo en la taquilla y te vas con tu toalla y tus chanclas. Adolfo me enseñó el sitio. Creo recordar que era un jueves. Y seguro, después de las 21h. Me gustó el sitio desde el primer momento.

Había buen ambiente, y en el jacuzzi y la piscina había varias parejas, y alguna que otra chica sola.

Nos metimos en la piscina de los chorros. Qué rica sensación la de entrar desnuda. Sentir alguna que otra mirada furtiva sobre ti. Es algo que recomiendo sin dudarlo. Estuvimos un rato, rozándonos, excitándonos con el roce de nuestras manos, de nuestros dedos, sobre nuestro cuerpo. Besándonos. Algunas parejas empezaban a abandonar la piscina, entre ellos nosotros, que entre todas las opciones que había, elegimos el baño turco.

Madre… si me dicen a mi que voy a estar ahí metida, con lo que me agobia. Nos sentamos uno al lado del otro, frente a la puerta. Entre el vaho, se vislumbraba alguna pareja y casi las ubicabas por los gemidos.

Ahí sentados, Adolfo y yo empezamos a meternos mano. Con su mano derecha intentaba abrirse paso hacia mi coño. Yo separé un poco más las piernas para facilitarle el camino. Yo estiré mi brazo hasta alcanzar su polla, y estuvimos unos minutos así, masturbándonos el uno al otro. Me gustaba mucho como me tocaba. La humedad de mi coño se perdía entre la humedad del asiento, del sitio, de la condensación. Era todo humedad.

Mientras disfrutaba de sus dedos, se abrió la puerta. Entró una chica, morena, de mi estilo: no muy alta, con curvas… Ya nos habíamos mirado en la piscina. Se sentó junto a Adolfo, y llevó su mano hacia la polla de Adolfo. Durante unos segundos, le acariciamos la polla entre las dos. Yo le dejé vía libre a ella. Adolfo, nos tocaba el coño a las dos. De verdad, que yo estaba alucinando. Era la primera vez que me pasaba algo así.

Al poco, la chica se levantó y se agachó frente a nosotros. Con una mano tocaba la polla de Adolfo, y la otra la llevó hacia mi coño. Qué suavidad. Qué manera tan diferente de tocar a la de un chico. O tal vez no… tal vez sea igual, pero algo hace que resulte diferente. Yo no daba crédito. Jamás me había planteado estar con una chica. Pero qué iba a hacer, si me gustaba muchísimo sentir los dedos de esa chica dentro de mí. Creo que mis gemidos resolvieron todas sus dudas, si es que tenía alguna, y dejó a Adolfo para centrarse en mí. Me separó las piernas y metió su cabeza entre ellas. Empezó a lamerme el coño, a chuparlo, a absorber… Yo gemía y gemía. Bajaba la cabeza para ver como me lo comía. No me lo podía creer. Y no me podía creer lo mucho que me gustaba. Con sus manos me sujetaba las piernas, para que no las cerrara y lamía y lamía. Jugaba con su lengua hasta que me corrí a gritos. Seguro que chorreé, pero todo se perdía entre la humedad del sitio.

Ya era insoportable estar en el turco, por lo que después de mi primer súper orgasmo provocado por la boca de una chica, salimos de allí y nos fuimos a una de las habitaciones. Ella quería follar, por lo que le coloqué unos cojines y se tumbó boca arriba. Tenía el coño totalmente rasurado. Los pezones duros por la excitación. La calenté un poquito para Adolfo. Era la primera vez que lo hacía, por lo que, aunque no lo creáis, estaba bastante nerviosa. Acaricié suavemente su coño. Os diría que era como cuando me toco yo, pero no… Raro, pero agradable. Besé sus pechos, los acaricié, los lamí. Jugué con sus pezones hasta que se los puse bien duros.

Adolfo empezó a follársela. Me encantaba ser una mera espectadora. La polla de Adolfo entraba y salía de ella. A ella le gustaba, estaba claro. Sus gemidos iban en aumento. Como espectadora intuía que estaban cerca del orgasmo y decidí ayudar. Mientras Adolfo la follaba, yo busqué su clítoris con mis dedos y empecé a jugar con él. Entre los dos la volvimos loca de placer.

Después del juego, una duchita para quitarse “el polvo del camino” y nos dimos un jacuzzi relajante. Tras eso, un refresco, una fruta, una ducha, y a casita.

Por cierto, no os lo he dicho… pero -apunte para la chicas- si Adolfo te come el coño, o te desmayas, o te quedas a un paso de hacerlo. Solo querrás que haga eso. Nada más.

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