
Lo malo de nacer en agosto, es que no hay ni Perry para celebrar el cumpleaños, da igual el día que sea, de milagro si hay algún pringado de la pandilla que ya se ha incorporado al trabajo con el que puedas quedar y ahorrarte el beber vino tu sola. Este año cayó en jueves y solo estábamos en Madrid Jorge, Macarena y yo. Jorge no podía quedar, por lo que Macarena y yo nos fuimos a la maravillosa azotea del Hotel Ginkgo, las dos tranquilitas y divinas, a disfrutar de las impresionantes vistas y de una rica, rica cena mientras recordábamos nuestro reciente viaje a París.
Y por fin el sábado, tocaba celebrar con Jorge. Decidí disfrutar del Barrio de las Letras, y reservé mesa en La Verónica (que, hoy en día, ha sido el único sitio del mundo donde he bebido vino blanco realmente frío, como tiene que estar) uno de los sitios más bonitos que hay y, no recuerdo que cenó Jorge, pero yo me pedí un salmón marinado que os recomiendo fervientemente.
Para calentar la noche, y muy cerquita del restaurante, nos fuimos a tomar unas copas a Jazz Bar. Para los que no lo conozcáis, es un club jazz clásico, con sus asientos de cuero, sus mesitas de madera, sus reservados… parece que estas esperando para ver tocar a alguna banda. Todo está decorado con fotos y portadas de discos de grandes figuras del Jazz. Es un lugar con mucho encanto, y los cocteles y las copas… ¡deliciosos!
Tengo que deciros, que esa noche surgió la idea de escribir este blog. Yo había escrito un relato, que ya habéis leído, en el que él y yo éramos los protagonistas y sucedía en encuentros VIP. Le gustó tanto que me animó a escribir más. Y claro, para eso, hay que crear material… Nos fuimos calentando con la primera copa, y sin pensarlo le dije:
-Vámonos a 100momentos. Había estado una vez con Borja -la primera vez que iba a un club swinger- y apenas estuvimos un ratito. Sentía que tenía que darle una oportunidad al sitio.
Cogimos la moto, y nos fuimos hacia el local. Aparcamos muy cerquita y la noche comenzaba.
Yo iba un poco expectante, intentando recordar cómo era, los recuerdos iban y venían. Llamamos al timbre, y en esta ocasión, nos abrió la puerta un chico jovencito. Me decepcionó un poco, porque yo recordaba a una señora mayor, simpática, pero a mi parecer un poco peculiar, y claro, tanto le puse a Jorge la cabeza como un bombo con la señora que te abría la puerta, que a saber lo que esperaba encontrarse él, y llegas y ves un chiquito… pues eso, que se quedaría plof, igual que yo. Está claro: no hay que generar expectativas en la gente, que luego vienen los chascos.
Entramos, y no me canso de decirlo… da igual cuántas veces vayas al mismo sitio, las sensaciones nunca son las mismas. Allí estaba esa decoración barroca decadente, que en mi lado friki he de decir que me fascina… La próxima vez me llevo las perlas y la máscara. Como es costumbre nuestra, primero dimos una vuelta para “ver lo que hay” y decidir dónde comérnoslo todo: que a eso vamos. Entramos en una sala que está junto a una de las piscinas o jacuzzi (no recuerdo bien) estaba muy oscura. Se escuchaba la música. Una pareja entraba a la vez que nosotros. La cama era redonda, con una barra de lance dance en el centro. El techo era de espejos.
-Túmbate. Me dijo Jorge.
Me quitó las sandalias, los vaqueros blancos y el tanga negro de raso que llevaba y hundió su cara entre mis piernas. Veía la escena reflejada en el espejo. La otra pareja había optado por lo mismo que nosotros, y ella se había tumbado de tal manera que nuestras cabezas se juntaban. Algún chico solo y alguna pareja se quedó a disfrutar de la escena.
Sentía la lengua de Jorge en mi coño. Como lo devoraba. Su lengua salía y entraba de mi vagina. Mis gemidos se mezclaban con los de la otra chica. Yo veía en los espejos como su chico también tenía su cara entre sus piernas. Jorge seguía chupando, lamiendo. Se ayudó de los dedos, y mientras se comía mi clítoris, me metía los dedos en la vagina. El exceso de placer al final siempre me hace cerrar los ojos. No puedo evitarlo. Mi cuerpo empieza a estremecerse por el placer y parece que convulsiona. Despego mi espalda de la cama, como si quisiera con mis movimientos ayudarle a que me devore más y más.
Mis gemidos y los de la otra chica cada vez son más fuertes. Está claro que Jorge y el otro chico lo están haciendo muy, muy bien. Eché los brazos para atrás, estirándome del todo, tal vez inconscientemente buscara donde agarrarme con fuerza, y esas cosas que suceden de casualidad y que hacen que la experiencia mejore, la otra chica hizo lo mismo, y al rozarse nuestros brazos, nos cogimos de la mano. Nos corrimos a la vez, estiradas, sujetándonos con fuerza, gritando, con las piernas separadas, las cabezas de nuestros chicos entre nuestras piernas; no se su pareja, pero Jorge, como siempre, se lleva una buena corrida en la cara.
Me incorporé, me puse los vaqueros y las sandalias. Busqué mi tanga de raso que guardé en el bolso, y nos fuimos hacia la barra a tomar algo. Al salir, la pareja ya no estaba. Ni me digáis. No se quién es la misteriosa chica con la que compartí orgasmos.
En la barra, tomamos y bailamos, había muy buen ambiente, la verdad. La noche avanzaba y la gente follaba, bebía, bailaba, otros disfrutaban del jacuzzi… unos disfrutaban dejándose ver y otros mirando; pero todos disfrutando, que es de lo que se trata, ¿o no?
Después de nuestra copita, dimos otra vuelta por el local, que cada vez estaba más animado. Decidimos quedarnos en una habitación que tiene una cama muy grande, y en la que se estaba llevando a cabo una orgía. Varias parejas follaban, se devoraban, despertando la atención de los allí presentes. Cada vez se agolpaba más gente a mirar. Jorge y yo decidimos que nuestro sitio estaba allí. Al principio parecía que todo estaba muy claro, pero al final, yo perdí un poco la noción de quien estaba con quién, y creo que disfrutábamos de unos y otros.
Jorge y yo nos pusimos junto a una pareja. Nos fuimos al final de la cama, y nos sentamos juntos, apoyando la espalda en la pared; así veíamos todo lo que sucedía en esa gran cama, y que, hacía que subiera nuestra temperatura. Empezamos a tocarnos, a meternos mano. Una pareja se colocó a nuestro lado. Estaban como nosotros, se calentaban disfrutando de las vistas. El chico se sentó a mi lado, era jovencito, moreno, delgado, su mujer era rubia, con unas tetas muy bonitas, un cuerpo con buenas curvas. El chico llevó su mano hasta mi coño, donde se encontró con la de Jorge. Yo le agarré la polla.
Estaba claro, que quería disfrutar de las dos pollas, verlos a ellos disfrutar, no quería que el placer me hiciera perder el sentido como siempre y dejarme llevar. Les dije que por el momento no me tocaran, que quería jugar yo con ellos. Quería masturbarlos a los dos a la vez, sentir como sus pollas crecían en mis manos, como se iban poniendo cada vez más duras. Un tercer chico, se puso de rodillas frente a mí, lo suficientemente cerca como para que mis pies llegaran a alcanzar su polla.
Con lo arrítmica que era yo de pequeña en gimnasia rítmica, no sé cómo esto lo puede hacer tan bien. Mis manos masajeaban la polla de Jorge y del jovencito, y mis pies la polla del otro chico, que, no tardó nada en correrse.
Ni Jorge ni el jovencito querían correrse tan pronto, lógicamente, y entre todos cambiamos la escena, digo escena, porque lo que allí pasaba era digno de una película porno.
Jorge se fue con la rubia de las tetas bonitas, y yo me quedé con el jovencito. Empezó a jugar con mi coño, metía y sacaba los dedos. Frotaba, metía, sacaba. Yo veía como Jorge se perdía en el coño de la rubia, y veía como a ella le encantaba, lo cual aumentaba mi placer.
Mi jovencito, además de frotar bien mi chorreante coño, empezó a llevar sus dedos a mi culo. Sus dedos jugaban con todos mis agujeros. Mi propia lubricación, mis propios jugos servían de lubricante anal. Yo tenía unas ganas locas de follar. Necesitaba una buena polla dentro, y la de este chico no estaba nada mal, la verdad.
Me colocó a cuatro patas, y siguió jugando con sus dedos. Sabía que me estaba preparando para follarme el culo. No quise decirle que no. Hacía mucho que no tenía sexo anal y me apetecía. Si no lo hacía bien, ya habría tiempo de decir que no y cambiar a otra cosa. Por el momento lo hacía genial, lamía, metía un dedo, dos… Yo cada vez estaba más cachonda y más mojada. Sentía los muslos mojados. Toda yo pedía una polla. De repente, y sin avisar, sentí una clavada enorme. Su dura polla reventó mi culo. Tanto que me hizo soltar un grito. Él me sujetó fuerte, para que, de la embestida no me fuera para adelante, y me la volvió a clavar, despacio, sentía como entraba la polla, como se abría paso; otro pequeño grito. Otra embestida más, y otra, y aquello ya fluía… Mi culo disfrutaba de la polla de ese tío, y su polla de mi culo. De vez en cuando me daba alguna cachetada y cada vez me embestía más fuerte.
Jorge ya se estaba follando a la rubia. Era excitante todo lo que pasaba en aquella cama, en la que entraba y salía gente. Se incorporaron dos parejas. Las chicas empezaron a hacer un 69, y sus acompañantes se unieron a la fiesta con nosotros. Uno de ellos me metió la polla en la boca, y el otro, a la rubia de las tetas bonitas que disfrutaba de las embestidas de Jorge.
Durante un rato tuve una polla en mi culo y otra en mi boca.
No puedo describir el placer que se siente.
Me corrí a lo bestia, porque un orgasmo anal es de lo mejor que hay en esta vida.
Como siempre, salimos alucinando con lo que hacemos, con lo que disfrutamos, con lo que vemos.
Nos subimos a la moto y atrás dejamos otra noche de lujuria compartida para el recuerdo.