
Era un domingo otoñal de octubre, había estado toda la mañanade shopping por el Barrio de Salamanca y después de comer algo ligero, pensé en un tema que llevaba mucho tiempo dando vueltas, y no era otra cosa que la de ir sola a un club swinger. Puesto que ya estaba en el Barrio, y que me encanta Divernis, no exageradamente grande, súper acogedor, ideal para relajarse en pareja, y ahora os puedo decirque, en solitario también, pensé “de hoy no pasa”.
Dejé atrás todos los posibles miedos y allá que fui. Abrían a las 16h, y yo llegué poco antes de las 17h. Como pagas por horas, pagué por tres horas que justo finalizaban a las 20h. En mi franja horaria, solo había parejas y chicas solas. Mejor, dicho sea de paso.
Como siempre, bajé a la taquilla, guardé todo, me recogí el pelo en una coleta alta y sin más atuendo que mi toalla y mis chanclas, me dirigí al palacio del agua, es decir, a la zona de relax como tal: jacuzzi, piscina de chorros, baño turco, sauna… y como manda la costumbre en mí, antes de entrar en alguno de ellos a relajarme, hice lo que siempre hago: dar una vuelta a todo el lugar a ver cuánta gente hay. Sí, a lo mejor suena raro, pero yo entraba en un garito con las amigas y lo primero era dar una vuelta “a ver quien hay”, pues esto, lo mismo. Bueno, pues en mi peregrinaje me crucé con una pareja muy interesante, ella era rubia con el pelo rizado, muy mona, y el era todo un gentleman (quédate con ese nombre, porque de ahora en adelante, será el gentleman): hombre madurito, inglés (de ahí el nombre), el pelo cano, gafas negras, cuerpazo, y o mucho me equivoco o este hombre era “mayor”, vamos, como si te llevas por delante un George Clooney, que jovencito no es precisamente pero tampoco te importa viendo lo que tienes delante. Sigo, que me voy del tema. Parejitas por aquí y por allá, que yo pensé: “ya se lo que hace la peña los domingos por la tarde… y yo en casa viendo pelis de siesta”; como dice Paco León en “Kiki”: es que no aprovechamos Madrid.
Bien, una vez hecho el tour,me metí en el jacuzzi, que la semana había sido muy jodida y había querelajarse. Había parejas, algunas me gustaron bastante… pero coño, cuestalanzarse, ¿eh? Entre baño y baño me daba una vuelta por las diferentes salas, y disfrutaba de las vistas. Hay una sala grande, junto al palacio del agua, que yola llamo “sala oriental” por la música y la decoración, y que, por cierto, ¡me encanta! y a través de una celosía me deleité viendo como jugaba una pareja. Me encantaba ver como él le comía el coño a ella, cada vez más excitada. Un poco alejados de ellos, otra pareja; a ella su chico se la follaba a cuatro patas. Los gemidos de unos se mezclaban con los de otros; la poca luz, la vista entrecortada por la celosía me excitaba cada vez más. Mi coño, cada vez más húmedo, reclamaba algo, unos dedos, una polla, una boca, lo que fuera, por loque no puede evitar tocarme. Mientras me tocaba, pensaba lo mucho que me apetecía unirme a ellos, a una de las parejas, pero nada, yo ahí excitadísima y medio paralizada. ¡Qué tonta fui! Así es que, mi calentón y yo nos fuimos de nuevo al agua, esta vez a disfrutar de las burbujas.
Estaba sola cuando entró una pareja. Se situaron junto a mí, y él no tardó en preguntarme: – ¿vienes sola? -Sí, le contesté.
Tras un ratito de compartir burbujas, y una conversación sin más importancia que la de “romper el hielo”, el me invitó a ir con ellos: -Nos vamos a una habitación, ¿te vienes con nosotros? No lo dudé. Ya los había echado el ojo antes, y me gustaban. Salimos los tres del jacuzzi y nos dirigimos, mira que bien, a la sala oriental, pero ahí no estuvimos ni cinco minutos (un poco de magreo y de sexo oral) porque esta pareja había venido con otra, y nos fuimos a buscarla al “Galeón”, es decir, a la parte de arriba: pasillo estrecho y oscuro que supongo estará decorado para recordar a un galeón, no lo sé, porque nunca he estado en uno, y por el que vas accediendo a las diferentes habitaciones. Mola. Algunas de ellas se comunican entre sí, otras no. Y en todas te pueden ver mediante celosías.
Entramos los tres en una de esas estancias, para llegar a la más oscura de todas, a la que accedes a través de una cortina. En la intersección de las dos salas, nos topamos todos de golpe, y mira por donde, la pareja que buscábamos estaba con mi gentleman y su preciosa mujer rubia de pelo rizado. En cuanto a la otra pareja, ella era brasileña, mulata, imaginaros… voluptuosa. Unas tetas de infarto. Un culo, para morirse. Su pareja, alto, muy alto, grande, lo que yo definiría como “un tiarrón”. Atractivo.
Y en esa intersección, empezó el juego. Yo llevaba la toalla anudada a la cintura, dejando mi pecho al descubierto. La preciosa rubia de pelo rizado, nada más verme, me miró las tetas, y soltó un “wonderfull” y tras lanzar una mirada de “esas que lo dicen todo” a su pareja –gentleman– llevó sus manos a mis tetas. Me encantó sentir sus manos suaves en mis pezones. Me dejé caer sobre la pared, y me apoyé como si inconscientemente esperara recibir más placer, y así fue. Gentleman, empezó a acariciarme el coño, yo ya estaba muy húmeda: de manera fortuita empezaba a disfrutar de esta pareja en la que ya me había fijado y que no había vuelto a encontrarme en mis paseos por el local, y tenía a las otras dos parejas observando, y que pronto, empezarían a participar.
A gentleman se sumó el marido de la brasileña, que, junto a él, empezó a disfrutar de mi coño con sus dedos. De pronto, me vi junto a tres personas que participaban, y tres que lo observaban todo.
Mi cuerpo era de ellos.
Los dos hombres, cada uno con una mano, jugaba con mi coño. Ella, disfrutaba de mis tetas. Yo intentaba abrir más las piernas mientras intentaba no caerme del placer; mi humedad iba en aumento. Me excitaba muchísimo que me tocaran dos hombres, dos manos diferentes; podía sentir como sus dedos se chocaban en mi coño, quería que sus dedos me poseyeran más y más, que los metieran bien adentro.
Uno se centraba en mi clítoris, que ya estaba a punto de reventar, y el otro frotaba mi coño deslizando los dedos e introduciéndolos en mi vagina. Entre tanto placer, y para mi excitante sorpresa, veo, que, además de tocarme a mí, el marido de la brasileña está tocando la polla de gentleman, y éste a su vez, acaricia el coño de su mujer. Ese encuentro y desencuentro de manos me excitaba cada vez más. Gentleman, con su larga polla empalmada, apuntándome, jugaba con mi coño y el de su mujer, que nos mirábamos lujuriosas. El marido de la brasileña tenía una buena polla también, larga, pero más gorda y yo, que empezaba a tener ganas de polla, no dudé en empezar a jugar con ella, a frotarla con ganas. Me encantaba sentir lo dura que estaba.
Ahí estaba yo, con dos desconocidos disfrutando de mi coñocon sus dedos. Dos manos de dos hombres diferentes en mi coño chorreante, la rubia disfrutando de mis tetas, de mis pezones… Mi primer orgasmo llegó. Gentleman retiró su mano de mi coño para centrarse en su mujer, pero el otro chico seguía con sus dedos dentro de mí. Seguía metiendo y sacando los dedos de mi vagina. Ahora estaba solo y teníatodo mi coño para él. La brasileña, quehasta ahora había permanecido en un segundo plano con la otra pareja, mirando,disfrutando, se acercó y me sujetó por detrás;su marido, quería follarme el coño con los dedos y mis piernas noiban a aguantar rectas. Lo hizo de manera brutalmente placentera. Introdujo dosdedos, dejando por lo tanto toda la palma de la mano en mi coño. Al principiolo hacia delicadamente, los metía y lo sacaba, pero cada vez lo hacía con másfuerza, con más ímpetu. Los dedos no llegaban a salir de mi vagina, que laembestían sin piedad, la palma de la mano chocaba con mi coño. El ruido que segeneraba, como si azotaran mi coño encharcado, era música para mis oídos. Cadavez notaba más humedad, mi coño parecía que se expandía, que se agrandaba, mehubiera podido meter toda la mano si hubiera querido, pero seguía penetrándomecon los dedos, fuertemente. Empecé a gritar de placer y a sentir como mihumedad se escurría por su mano y por mis muslos. Las piernas ya no mesujetaban, pero la brasileña me sujetaba con fuerza.
Entre él y gentleman,me llevaron a una de las camas “gigantes”. Aún jadeante, y con esa sonrisa que solo te provoca el mejor de los orgasmos, y con la mirada de quiero más, me llevé a la boca la polla de gentleman. No disfruté mucho de ella, porque él estaba deseando follarme, y tras pedirme permiso para hacerlo, me tumbó en la cama.
Al tiempo, escuché que alguien decía: -Se la va a follar. Y efectivamente. Gentleman me separó las piernas e introdujo su larga y dura polla en mi vagina. Follaba muy bien. Su mujer se sentó a nuestro lado. El marido de la brasileña me cogía de la mano y me acariciaba el pelo. De vez en cuando llevaba sus manos a mis tetas, pellizcando mis pezones.
Las embestidas de gentlemancada vez iban a más, yo levantaba mis caderas y me movía ayudándole apenetrarme más y más. Me gustaba oírle gemir, cada embestida era más fuerte quela anterior y sus gemidos cada vez más fuertes, parecían rugidos. Eso me volvía loca. El placer de su dura polla dentro de mí se mezclaba con el dolor de los pellizcos de mis pezones, dolor que cada vez resultaba más placentero. Mis pezones estaban igual de excitados o más que mi coño. Y, aunque me excitaba muchísimo ver la situación, yo: follada, tocada, deseada por aquellxs desconocidxs; todos mirando como gozaba, tocándose mientras me veían disfrutar, no pude por más que cerrar los ojos y dejarme llevar. No podía más con tanto placer y nos corrimos. A la vez. Gentleman y yo nos corrimos a la vez. Salió de mi con cuidado y me besó en la boca.
-Eres fantástica, me dijo.
Aún tumbada en la cama, el marido de la brasileña me cogía de la mano. Con los ojos cerrados, y la respiración agitada -me había corrido tres veces, y muy intensamente- aún sentía que no podía levantarme. Continuaba con las piernas separadas y flexionadas, cuando, ¡oh! ¡Dios mío! Un placer inmenso en mi coño y un calor bestial me llevan a incorporarme un poco, para ver, que la brasileña tiene laboca en mi coño. Notaba como su lengua recorría mis labios, mi clítoris, la introducía en mi vagina.
Lamía, absorbía,chupaba, metía los dedos en mi vagina mientras su lengua jugaba con mi clítoris.
Su marido mesusurraba al oído – ¿Te gusta cómo te lo come mi chica? -Sí, respondía yo ente gemidos. Y me besaba. Sabía a menta. Esas preguntas me excitaban todavía más. -Megusta ver como te come el coño. Y me besaba. Y ella más se hundía en mi coño.
-Me gusta ver como disfrutas. Y volvía a besarme intensamente. Su lengua en mi boca, y la de su chica en mi coño. Cada vez más cachonda, y con la sensación de que perdía el control sobre mí misma de tanto placer, él abandona mi boca para centrarse en mis pezones. Otra vez esos pellizcos, mi cabeza ya no sabía donde estaba. Era imposible aguantar tanto placer otra vez. Las oleadas de placer eran exageradas. No podía más, mis gemidos se convertían en gritos. La brasileña sacó su boca de mi coño para jugar con las manos. Me introducía sus dedos, su mano. Su manera de entrar y salir, de frotarmi coño… era totalmente nuevo para mí; debe ser algo que solo sabemos hacer las mujeres porque aprendemos con nosotras mismas; era fantástico.
Me corrí en su mano. Empapándola.
Me cogió una de las piernas y con suaves besos llegó hasta mi pecho. -Ha sido un placer comerte. Tienes un coño delicioso. Gracias.
Me besó en la boca.
Su pareja me ayudó a incorporarme. Con la respiración entrecortada. Agotada. Me levanté despacio, pues todavía me temblaban las piernas. Querían que me uniera a la orgía que comenzaba, pero yo no podía más. Necesitaba reponerme, beber agua.
Disfruté de un té y una manzana antes de irme a casa, relajada como nunca.